miércoles, 25 de febrero de 2009

De mártires, chivos expiatorios y héroes

Lean esta noticia:

"ETA intenta acallar la rebelión del vecino de Lazcano"

http://www.libertaddigital.com/nacional/eta-amenaza-al-vecino-de-lazcano-que-destrozo-una-herriko-taberna-1276351770/

Porque vivimos en una cultura cristiana, y a pesar de la LOGSE, todos sabemos que hubo unos tiempos, en el remoto pasado, en que en nombre de creencias paganas se sacrificaban bestias, animalitos de granja y ocasionalmente seres humanos a los dioses del cielo para de tal forma obtener la intercesión divina y lograr beneficios de otra forma inasequibles a los medios terrenales.

Tampoco nos son desconocidas figuras que, por defender nobles creencias entre hombres embrutecidos y amorales, eran víctimas de espantosas torturas y muertes para obtener también el favor de las alturas y además el estatus de santidad que permitiera alcanzar el Paraíso.

Para la mayoría los tiempos de mártires y chivos expiatorios pasaron hace siglos, pero quien piense así está peor que una víctima de la LOGSE. Nuestra sociedad sigue necesitando de individuos que se echen a la espalda el destino de todos nosotros, y con su ejemplo y sacrificio garantizarnos al resto una vida netamente mejor. Que enfrenten y derroten el Mal, que lo dejen al descubierto y lo humillen. Estos son los verdaderos chivos expiatorios, también llamados héroes.

Nuestra enferma sociedad se caracteriza por una innoble abulia, una incapacidad casi se diría que patológica para afrontar la vida con principios, moral o por lo menos un sentido de la Justicia. De tanto estar acosados por problemas que no podemos solventar por nuestros propios medios personales nos hemos insensibilizado. Y nos dejamos humillar por los brutos, los estúpidos y los idiotas.

Hasta que la ruina llama a nuestra puerta. Es entonces, cuando, al haberlo perdido todo, somos libres para luchar por lo único que podrá jamás satisfacernos: La Dignidad. Al afrontar este viaje casi religioso, casi iniciático, arrastramos también el destino de otros tras nosotros. Tanto si lo queremos como si no.

Este vecino de Lazcano, consumido por la furia como se veía en el vídeo emitido en las noticias, se ha convertido en héroe, mártir y chivo expiatorio -seguro que sin buscarlo, posiblemente a su pesar. Aun cuando mañana muriera a manos de sus vecinos etarras de la peor forma imaginable -y a Dios pido que jamás le llegue a suceder-, ya ha comprado con su sacrificio algo que él y el resto de sus conciudadanos pacíficos podrán disfrutar como "regalo de las alturas": La capacidad de dar miedo a los etarras. Ahora éstos ya no pueden mirar a las caras de los ciudadanos con segura arrogancia, porque detrás podría estar el próximo que les destrozara las vidrieras del local, si no algo peor.

Estamos rememorando en las Vascongadas aquellos pasados tiempos de Mártires, Chivos Expiatorios, Héroes y Dioses Paganos, simplemente porque nos hemos retrotraído en determinados lugares de España a la época donde la incivilización de lo salvaje y brutal doblegaba a la inteligencia, sentido común, justicia, respeto y dignidad naturales del hombre. Somos modernos cananitas, babilonios, sumerios, griegos helenísticos, romanos, iberos y celtas; con iPOD, DVD, MP3, ADSL, y un montón más de siglas tecnotrónicas a nuestras espaldas, pero a la espera de un Santo, un Héroe, un Hijo de Dios que nos saque las castañas del fuego porque estamos en un punto de incapacidad moral absoluto para hacerlo por nuestros propios medios. Necesitamos la ayuda de las alturas.

Y entonces un etarra nos pone una bomba en la puerta de casa sin comerlo ni beberlo, y en un abrir y cerrar de ojos nuestra vida pagana queda reducida a cenizas. Es entonces cuando se enciende, como ha pasado con Don Emilio Gutiérrez, el fuego de nuestro Ara; para arder en sacrificio a los cielos o arder simplemente. Para darnos una vida nueva y mejor o quitárnosla por completo. Pero en nuestra mano está decidir si queremos purificarnos para que nuestra miseria se evada hacia las alturas o dejarnos consumir por el fuego. Para luchar o seguir humillándonos, esta vez a cambio de nada, porque ya no queda nada en lo que refugiarse para huir de una vida insoportable.

Porque está claro que los políticos, ahora igual que hace dos mil años, se limitarán a jugar con la sociedad que halla para garantizar sus propias cuotas de poder, sin mojarse y sin sacrificarse. Porque hay cosas que nunca han cambiado. Ni lo harán.

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